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Hace cuatro años, cuando Karen Giuliano fue admitida en un hospital de Boston para una cirugía de reemplazo de cadera, recibió una caja rosa con artículos de tocador: pañuelos, jabón, desodorante, pasta dental y, sin duda, el peor cepillo de dientes que vio en su vida. “No podía creerlo. Tenía un cepillo de dientes sin cerdas”, dijo. “Era solo un palillo”. Para la mayoría de los pacientes, un cepillo de dientes de hospital inútil sería un tema menor. Pero para Giuliano, profesora de enfermería en la Universidad de Massachusetts-Amherst, fue un recordatorio de un “problema ignorado” en los hosp…